Rogelio Naranjo, "Ganador" en Proceso, 18 de Julio de 1988.
Érase que era, en un país bananero petrolero donde la simulación y el chanchuyo eran no sólo más aceptados que la honestidad y la transparencia, sino practicados como virtudes, que algunas veces la masa -esa ignorante fuente de sufragio- se hartaba y profería acciones de disgusto. Se organizaba ante la ineptitud del gobierno, promovía acciones que, de no ser porque se encontraban en el lado erroneo de la sartén, podrían haber cambiado su lamentable situación.
Ese país de macroeconomía fuerte pero con vocación tercermundista tenía una de esas masas que suelen ser un dolor de cabeza para los gobiernos que, enfocados en trasquilar toda la lana, no tenían tiempo o ganas de hacerle caso a los balidos de la masa.
Con gente así, que quiere dialogar... el diálogo no es posible, y los pobres gobernantes tenían que aplicar medicinas que seguramente a ellos les dolía más que a las masas... que si querían empleo, ni hablar había que flexibilizar el empleo y erosionar los derechos laborales; que si querían democracia, se les tenía que enquistar líderes vitalicios en los sindicatos; que si quería llevar a juicio a autoridades responsables de negligencia, corrupción, autoritarismo, con la pena se tenía que aumentar número de policías, de telenovelas y el precio de la gasolina... "unos buenos coscorrones" a la masa, todo ello -se sobre entiende- por el amor que tenían los gobernantes de este país platanero por su ignorante prole masa.
Un buen día... tras años y años de que la terca masa no entendía que la corrupción es el camino por el cual todos cuidamos de las espaldas de todos; cuando todo parecía a punto de reventar.... su selección ganó una medalla olímpica de oro que luego luego devaluó perdiendo contra el enemigo histórico.
La verdad después de eso todo perdió sentido y el país pudo seguir realizando su interminable y guajira búsqueda de la modernidad decimonónica, la corrupción y el narco se tomaron las riendas y el destino del país quedó increíblemente negro... pero con una bella chapa de oro.
Naranjo, sin título, @ octubre 1994 de Presidentes en su tinta, p. 202 (La nota dice: "Ernesto: perdóname que ya no me dio tiempo de limpiar el mugrero" y el periódico: "Otro horroroso crimen")
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