domingo, 31 de octubre de 2010

Un cadaver exquisito de hace mucho... mucho tiempo...

Salieron por la ventana y sólo tres subieron al coche.
    El más grande tomó un cigarro y lo encendió
    Y el más pequeño tan sólo observó y prefirió no comentar nada,
    Pero era evidente que en la feria del día siguiente la verdad sería revelada.
    Poco a poco se fueron calmando para planear su próxima jugada.
    La calma pronto llegó y no hubo quien no preguntara
    Entonces el menor no pudo más y se hechó a correr.
    La multitud enfurecida, cargando palos y antorchas salió corriendo detrás suyo
    Justo en ese momento vieron que Elba les llamaba, se le acercaron y los metió en su edificio. Ya arriba fumaron un poco de mota, pero no sabían si en bong o en churro. Prendieron la tele y el bong.
    Pero, ¿por qué la maestra nos invitó a su casa? ¡Buena onda es! La tele sin movies (mhhh) aburrida es, pínganse música (pensé) o el ajedrez (divagué)
    Entonces se miraron y recordaron lo que les habían dicho. ¿En verdad de había pintado de rojo y azul? Realmente sabía de qué hablaba.
    ¿Es que acaso vale la pena darle la espalda a nuestras tradiciones por una simple riña? ¿En verdad valía la pena todo eso sólo por un equipo de fútbol?... y más si ese equipo era... ¿¡el Atlante!?   
    Entonces era cierto, habían pintado la bufanda bicolor para hacerla pasar por una del Atlante y así incriminarlos (en el crimen). De repente, una piedra de la turba entró estrepitosamente por la ventana. La niña empezó a sangrar.
    Vaya piedrazo que le dieron. Rápidamente la aliviaron. La herida grande era y para su fortuna, en la casa un doctor había... no había de otra ¡cirugía! ¿Quién era la chalana del doctor? Pues claro la maestra (también experta con el bisturí).
    ¡Qué terrible! Todo había sido una trampa, y algo peor es que habían caído en ella. Ni el chapulín colorado los podría salvar ahora, y algo todavía peor era que ella estaba detrás de todo esto. Se miraron reflexivos y en eso, se fue la luz.
    No se escuchó nada durante unos segundos, ni un respiro y al volver la luz, la chalana del doctor había desaparecido y aunque pensaron que el menor atlantista también había desaparecido, tardaron un instante en encontrarlo tendido en el piso con el bisturí clavado en el corazón.
    Todos parecían desesperados. Inmediatamente Carlos empezó a llorar. La chalana debía ser la culpable, y todo parecía indicarlo así. En medio del silencio sonó a la puerta una patada... los habían encontrado... sus papás los habían traicionado.
    Muerto él estaba por culpa del acero. Acero como el de sus potror (¡oh! perdón, me confundí, son de hierro). Sus papás, al ver lo sucedido, poco caso hicieron. Llegaron a la mesa y del laudano bebieron.
El papá se acercó al menor, pero Carlos reaccionó y lo empujó con mucha fuerza. En eso la bufanda bicolor cayó de su abrigo. Todo era evidente ahora, sólo aquel que sabía de lo que hablaba, aquel tan misterioso y desconcertante, aquel que la creó podría salvarlos.
    El problema era ¿quién?. Todos se miraron entre sí. Silencio. Bertha, la mayor, recordó: "¡La marca!" Instantáneamente todos tomaron el cuello de quien tenían al lado buscando un lunar en forma de cruz. Murmullos decepcionados... En eso alguien gritó "¡Pero....!¿cómo es posible? ¡Es él!" El menor tenía la marca.
    Carlos se alejó de la multitud para fumar marihuana. Ya solo, escuchó entre el sonido del "chlick" del encendedor un diálogo. Era Marco, no sólo había vuelto sino que al parecer él los salvaría. Tenía que decirle al menor, pero nadie le creería por haber fumado mota. Para empeorar las cosas, vio a la chalana del doctor acostada. Tenía mucha sangre y parecía delirar. Cuando salió por el menor, un policía lo detuvo por su olor.
    "¡Déjeme que ella se está muriendo! Necesito darme prisa" "Pero andas mariguano, con el juez te arreglarás y tu falta pagarás" El policía los llevó a la comisaría... A ellos ¿quién los salvaría?
    Al llegar un hombre alto esperaba en la entrada. La luz parpadeaba por lo que no podía verlo bien. Al pasar junto a él pudo distinguir el rojo y el azul, pero más brillantes ¡Era la original!... Entonces... "¡Es él!"
    Era nada más y nada menos que Don Dios, el menor, el hacedor de milagros que venía a hacer una demostración de su poder.
    Carlos se arrodilló y empezó a gemir y llorar. El menor lo abrazó y le dijo: "Gracias Carlos, es el mejor cumpleaños de mi vida"

FIN
Já! este "cuento" de fines del 2006 es una colaboración inédita de Diego, Aarón, Jordi y Valeria (en ese orden, siguiendo las manecillas del reloj, o como diría López Austin "en levógiro"), hecho en "el Edén" alguna cannábica tarde de entre semana. Realmente es un relato pueril y contradictorio, cuyos personajes mueren y resucitan, adquieren distintos nombres y cosas por el estilo... pero ¡qué divertido fue hacerlo!. Siempre quedó inconcluso el deseo de ilustrarlo y enviarlo a Letras Libres, pero juntos decidimos que México aún no estaba preparado para tal calidad literaria jajaja!

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