Helio Flores, 1994, portada de Un sexenio inolvidable.
Advertir hoy día que las cosas no andan bien no es ninguna novedad. Declararse indignado no es tampoco algo que podamos considerar innovador o siquiera subversivo. La situación de hoy es la podredumbre del sistema, sistema que empezó sus retortijones desde el 68, continuó febrilmente a través de los ochenta y murió en Tijuana dando un giro de 180º y recibiendo dos balas de distinto calibre de un solitario criminal.
Podríamos decir que el sistema mexicano nació y murió con el sacrificio de un sonorense. En 1928 con el asesinato del presidente electo Obregón y en 1994 con el del delfín Colosio. Ese sistema que en sus mejores tiempos recurría a la represión como última instancia. 1994 significó la muerte de un sistema que no aguantó la presión interna.
El sexenio zedillista fue mantenerlo en formol, y las moscas del PAN se alimentaron de él cuando debieron cremarlo. Hoy la putrefacción es total y partidos políticos y sociedad civil luchan como Laocoonte para evitar que la corrupción del sistema nos devore.
Hoy que el país está desolado, es bueno recordar que:
San Garabato, sin embargo, ha superado a otros pueblos, pues los machos machos se fueron del pueblo, unos de braceros y otros de mariachis, por falta de algo que comer... y se quedaron sólo los muy muy machos ¡Los Supermachos! (Rius, Los Supermachos # 1, 1964)
¡Viva nuestra cultura de la lambisconería y el provecho personal! Quienes no aguanten lo duro no aguantarán lo tupido, sigamos viendo la Rosa de Guadalupe y a Laura Bozzo hasta que caigamos en cuenta que ya le jodimos el futuro a los que nos siguen.
Mientras tanto, tenemos de dos sopas o continuar en la cultura del agachado y comer el alpiste transgénico que nos dan o levantar la cabeza y recordar de dónde vienen los gusanos. Urge enterrar, cremar e higienizar el sistema. Si no lo hicieron las generaciones que nos precedieron, mal. Si no lo hacemos nosotros... ¿quién?
Nerilicón, "Familia Revolucionaria" 1994, El Financiero.
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